Cuando perdemos a un ser querido, experimentamos una serie de síntomas conductuales, cognitivos, emocionales y fisiológicos desagradables. Este proceso, conocido como "duelo", ocurre de manera universal y genera un gran malestar en las semanas y meses posteriores a la pérdida. Estos síntomas suelen disminuir en intensidad a medida que se acepta la muerte y sus consecuencias.
La mayoría de las personas logran superar el duelo con el tiempo y continuar con sus vidas diarias sin mayores dificultades. No obstante, existe un grupo minoritario que experimenta reacciones que perduran a largo plazo y afectan su cotidianidad, generando lo que se conoce como "duelo complicado o patológico". Los síntomas comunes incluyen la tristeza intensa, la pérdida de interés en actividades cotidianas, la dificultad para concentrarse, el sentimiento de vacío y la falta de energía. Además, puede haber cambios en el apetito y en el sueño, irritabilidad, sensación de culpa, baja autoestima y pensamientos recurrentes de muerte o suicidio. El duelo complicado puede durar más tiempo de lo usual y puede interferir significativamente en la vida diaria de la persona afectada.
Es importante buscar apoyo y ayuda profesional si se están experimentando estos síntomas.